Crónica de un ejemplo de vida: Va por Ellas
(Cruce Cozumel-Cancún- 25 de abril de 2009)
Llegué el día 25 de abril de 2009 al aeropuerto de la Ciudad de México en mi auto -ya que decidí llevarlo y dejarlo en el estacionamiento, porque iba a estar fuera de la ciudad durante solo un par de días- bajé mi equipaje y fui a documentarlo. Estaba formado en la fila cuando, una joven mujer se acercó y después de responderle que no tenía formato alguno, me dió una hoja para que en ella, respondiera algunas preguntas, este documento sería revisado por personal del aeropuerto antes de pasar por el área de revisión del equipaje.
En media hoja carta, se encontraban varias preguntas que investigaban mi estado de salud, era una hoja de escrutinio para la epidemia de influenza porcina que ha azotado en las últimas horas a la Ciudad de México. Hace un par de días, escuché por la radio algunos partes informativos que hablaban sobre algunas personas que habían muerto por influenza, yo creí que era, como siempre, una falsa alarma mediáticas. Sin embargo, poco tiempo después las cosas cambiarían.
El avión despegó sin problemas, aunque con un retraso de 20 minutos. En cuanto el capitán dio permiso, me coloqué los audífonos de mi iPOD y seleccioné varias obras de Jaap-ter Linden -al violonchelo- lo que me hizo dormir profundamente y muy relajado. Desperté pocos minutos antes de llegar a Cozumel. Nora Toledano, atleta de alto rendimiento y amiga mía, me había invitado unas semanas antes a acompañarla como médico en el intento de una proeza deportiva: el cruce a nado en relevos, desde la isla de Cozumel hasta las playas de Cancún, cubriendo una distancia alrededor de ochenta kilómetros en poco menos de 14 hrs. Este cruce forma parte de una serie de eventos, organizados por una ONG en la lucha contra el cáncer en la mujer, llamada: Va por Ellas.
En cuanto abrieron la puerta de la cabina, un empleado de la secretaría de salud (vigilancia epidemiológica) subió a la nave y prácticamente ordenó a la azafata que nadie saldría del avión hasta no haber sido revisado por él. Dicha revisión no duró más de un par de minutos.
Ya estaba yo en Cozumel, y sentía que el reto deportivo comenzaba. Un par de amables mujeres me transportaron en una camioneta al hotel Casa Mexicana, y al llegar al escritorio de registro me topé con Roberto López (esposo de Nora), quién me dio la bienvenida. Roberto había rejuvenecido varios años al rasurarse la barba. En ese momento, me encontró una de las integrantes del grupo de nadadoras, quién me comentó que había dos de ellas que presentaban diversos síntomas respiratorios. Nora estaba entre ellas. Registré mi ingreso al hotel y me encaminé a la habitación donde me di una ducha rápidamente, al estar listo bajé al lobby para reportarme con el resto del equipo. Ahí, vi a las nadadoras (de las cuales solamente conocía a 6 de las ocho que conformaban el equipo) e inmediatamente busqué a Nora. La hallé a unos metros de ahí, donde se había llevado a cabo, minutos antes, una conferencia de prensa. Al saludarle le solicité hablar con ella en privado.
Estábamos sentados en un sofá cuando comencé a explicar a Nora la gravedad de la situación de la epidemia de Influenza en el DF, y que era muy importante hacer una evaluación médica del equipo de Va por Ellas. Si encontraba alguna con datos de influenza, el nado debería ser suspendido, debido al riesgo que ellas corrían. Inmediatamente se convocó a una junta con todo el equipo de trabajo, las nadadoras: Nora Toledano, Nelly Becerra, Patricia Guerra, Patricia McKelligan, Patricia Kohlmann, Mónica Ramírez, Nanés Maza y Edna Llorens. También estaban el Capitán Roberto López, y los Kayaquistas Abraham Levy y Carlos Hernández. Nora tomó la palabra y después de unos instantes me la cedió. Así, procedí a informar a los presentes acerca de la situación de la alerta sanitaria en la Capital del país y las drásticas, pero necesarias, medidas instauradas (hasta ese momento se había suspendido cualquier tipo de evento que reuniera a grandes grupos de personas como: clases en los colegios, misas en los templos, conciertos, y los partidos de fútbol se jugaron a puerta cerrada. El grupo tenía a dos nadadoras con datos de infección respiratoria y el nado comenzaría en algunas horas: una tenía un claro cuadro respiratorio con la presencia de tos productiva, cefalea, pero sin fiebre elevada y la otra nadadora presentaba una moderada odinofagia. No había tiempo que perder.
El grupo discutió la situación durante algunos minutos. La decisión tomada por ellas fue: inicialmente, todas y cada una serían sometidas a una evaluación clínica y aquellas que estuvieran enfermas no serían medicamente certificadas para nadar. En esos momentos, un comentario que me pareció importante fue hecho por el capitán: Lo que hacemos –pruebas de natación de aguas abiertas-, es una actividad de muy alto riesgo, y lo asumimos, así que podremos asumir también el riesgo de nadar bajo condiciones de riesgo de estar infectados. Las chicas sometieron a votación si continuarían ó no con el cruce. Todas aceptaron la responsabilidad de realizar el nado bajo tales circunstancias, pero Nora se abstuvo de votar hasta después de ser evaluada.
Personalmente evalué a cada una de ellas, mediante una historia clínica, enfocada a la búsqueda de cualquier síntoma ó signo de infección de vías respiratorias, y encontré que todas estaban clínicamente sanas, excepto Nora, a quién recomendé seriamente no intentar el cruce a nado. Acto seguido, redacté cada uno de los certificados médicos de salud y los imprimí y me fui a dormir, había sido un largo día y el intento del cruce comenzaría en pocas horas.
Eran las 3 de la mañana cuando nos reunimos en al lobby. Los miembros del equipo y sus familiares estaban excitados, la culminación de un reto que, había comenzado varios meses antes, con duras sesiones de entrenamiento y múltiples juntas de trabajo, daría comienzo en breves minutos. Encontré al juez del evento y le entregué los certificados médicos, él me hizo notar que faltaba uno de ellos, a lo que respondí: “Nora no recibirá el certificado, ya que no se encuentra en condiciones”. Nora reunió a su equipo y, conmovida, les informó su decisión de no nadar junto con ellas, sino acompañarlas desde la embarcación. La respuesta no se hizo esperar, múltiples muestras de cariño y de apoyo del resto de las nadadoras abrumaron, a la ya emocionada Nora. No te preocupes, estarás siempre con nosotros, cada brazada nuestra, es una brazada tuya, le dijeron. En unos minutos, todos cargamos el equipo en las camionetas, incluyendo los dos kayaks y partimos hacia el muelle de salida. Mónica y Edna se despidieron del equipo para ir a la playa donde, abrirían el evento acompañadas de ambos kayaquistas y del juez. El resto del equipo zarpó a bordo del Chiquillo, un moderno yate de 55 pies de eslora que nos aguardaba en el muelle. Al subir al bote, tuvimos una corta conferencia con el Capitán y con Nora, quienes declararon que la máxima autoridad en el bote era Roberto y sus decisiones eran inapelables. El evento comenzó con, un muy marítimo sonido de las cornetas de la embarcación, Edna y Mónica se lanzaron al agua y el juez despertó su cronómetro. En pocos segundos, nadadoras y kayaquistas, navegaban junto al Chiquillo.
Horas antes del alba, hacía calor (aquí siempre hace calor) y el agua tenía una temperatura ideal para nadar, 27°C. El pronóstico avecinaba un clima difícil para la navegación, tanto de las nadadoras como de los kayaquistas. La noche dejaba ver solamente algunas estrellas, a causa de los nubarrones… el viento soplaba. Como preparación del nado nocturno, las nadadoras colocaron unos dispositivos de producción química de luz conocidos como Cyalum, de color verde, tanto en sus gorras como en la parte posterior de sus trajes de baño. Asimismo, los kayaquistas colocaron un Cyalum en sus chalecos y dos en sus kayaks: uno verde en la proa y otro rojo en la popa. Para aquellos instantes el oleaje tendría una altura promedio de metro y medio, fue entonces cuando se realizó el primer relevo: Paty Kohlmann se lanzó al agua desde el barco y alcanzó al grupo y Edna junto con Mónica fueron escoltadas por uno de los kayaquistas para acercarse al bote y subir a él. Paty nadaba entre los kayaks y Nora, su pareja para el nado, la apoyaba desde la cubierta del barco. Una vez secas y sentadas, Mónica y Edna respondieron a breves preguntassobre su estado de salud, en búsqueda de algún dato de cansancio, mareo ó hipotermia, y sobre su sentir en cuanto a la forma de navegar de los kayaks. En general, todas preferían que Carlos y Abraham remaran lo más cerca de ellas, de esa manera sentían su compañía y protección entre la oscuridad del cielo y la negrura del mar. A petición de los reporteros que viajaban en uno de los barcos-escolta, nos alejábamos un poco de las nadadoras, así podían tomar sus fotografías y videos. Estos eran momentos críticos para la supervisión del nado, y obligaban al equipo a una alta supervisión de quienes estaban en el agua y así no perderlos de vista. Los Cyalum fueron de gran ayuda. A medida que el cruce avanzaba, la protección que nos daba la isla de Cozumel disminuía, y el viento soplaba con mayor fuerza, alimentando al sediento oleaje. Nora y yo estábamos lo más cerca que podíamos de las nadadoras, sentados sobre la cubierta, a estribor y lanzábamos vítores para los que estaban en la Mar, dándoles diversas indicaciones, e informándoles acerca del tiempo que llevaba cada relevo (a los 10 y 5 y un minutos previos a cada cambio). El trabajo de la tripulación del barco, de los kayaquistas y las nadadoras se fue haciendo más armónico con el paso del tiempo.
En el segundo cambio, Nelly y Patricia Guerra se lanzaron al agua, relevando a Paty Kohlmann. Antes de lanzarse al agua, Nelly había bajado por unos instantes a la cabina y sintió un poco de mareo. Las condiciones del viento y el oleaje habían empeorado, sin embargo la habilidad y determinación de las nadadoras y los kayaquistas, hacían que continuaran avanzado, a favor de la corriente, pero contra olas de incluso 3.5 metros de altura, sin que nada pareciera poder detenerlos. Ambas nadadoras avanzaban, con cierta dificultad pero sin complicaciones hasta que, al finalizar sus 30 minutos de nado e intentar subir al bote, Nelly fue golpeada accidentalmente por uno de los kayaks, problema provocado por el fuerte oleaje, lo cual le produjo una pequeña herida en el puente nasal. Nelly terminó muy mareada, una situación que persistió durante gran parte del viaje.
Había amanecido y prácticamente habíamos dejado la isla atrás. A Nelly y Paty Guerra siguieron Patricia MacKelligan y Nanés Mares, ambas sobrevivientes de cáncer de mama y un ejemplo para todos nosotros. Algo que llamó mucho mi atención era que su nado era sumamente armónico, con la misma cadencia de brazada y simétricamente coordinadas.
Las condiciones del viento y oleaje eran preocupantes, llegando a un número 6 en la escala de Beaufort. Así, con Nanés y Paty McKelligan a 5 minutos de terminar su relevo, nuestro capitán decidió suspender el nado y llevar a bordo a todo el equipo: kayaquistas, kayaks y por supuesto a ambas nadadoras. El riesgo de tener un accidente de graves consecuencias era demasiado grande como para asumirlo.
Los minutos que siguieron a dicha decisión estuvieron cargados de emociones: perplejidad, tristeza pero principalmente frustración. Algunas de las chicas, insistentemente trataban de convencer al capitán, para poder continuar en la travesía… sin embargo, la decisión fue inapelable. Unos instantes más tarde, el Chiquillo comenzó a acelerar, enfrentando violentamente aquellas olas que lo habían golpeado sin respuesta y las nadadoras se recostaron en la cubierta, cerca de la popa, abrazadas, mojándose con aquella agua salina que anteriormente había mojado sus labios, abrazadas, compartiendo el frío y la tristeza: ese sábado, la violencia del Mar, las estaba deteniendo.
El capitán optó por continuar con el viaje hasta Cancún. El bote, enfiló a media marcha hacia el norte. En el transcurso del viaje, que duró aproximadamente dos horas y media, el vaivén era intenso y varios miembros del equipo tuvieron un intenso mareo y vomitaron varias veces. Algunos pudieron dormir un rato y paliar sus síntomas. Fue entonces cuando Edna se incorporó y tambaleándose entre los demás, se dirigió al capitán con una nueva idea en mente: diseñar un nuevo itinerario para realizar el nado. El capitán tomó en cuenta la sugerencia y después de analizar las cartas marítimas, concluyó en terminar la travesía con un nado de aproximadamente 6 horas, iniciando a las once de la mañana desde las playas de Cancún, pasar por Isla Mujeres y finalmente arribar a Playa Langosta en Cancún a las 17hrs, donde esperaba una multitud ansiosa de ver salir a las nadadoras. La única condición es que el viento y el oleaje lo permitieran. Llegamos alrededor de las 8:30 hrs, el piloto fondeó al Chiquillo y pudimos dormir un poco.
El clima había cambiado y el Mar estaba en paz con el viento y con nosotros. Eran las once de la mañana cuando Carlos y Abraham acompañaron nuevamente a las nadadoras hasta la playa y el piloto del barco, una vez más hizo sonar las cornetas del barco para re-comenzar el cruce. El ánimo había decrecido un poco, pero siempre hubo una persona que no dejaba de gritar, alentando con porras y aplausos a sus compañeras: Nanés. Poco a poco, sus compañeras y el resto de nosotros, nos fuimos contagiando con su entusiasmo y nos sentíamos, cada vez más, tan animados como al principio.
Los relevos se fueron sucediendo, uno tras otro, en un engranaje perfecto. Las nadadoras que entraban al agua nadaban a babor de uno de los dos kayaks (a sugerencia de Abraham), quien las escoltaba hasta su posición de nado, una veintena de metros separadas a estribor del Chiquillo, mientras la otra pareja era guiada hacia el bote por el otro kayaquista, quien esperaba hasta el momento en que subieran al barco. Las nadadoras referían que el esfuerzo necesario para avanzar era mayor que antes, principalmente debido a la corriente ya no las impulsaba, sino que pasaba perpendicularmente la dirección del cruce. El corazón de la travesía (las nadadoras, los kayaquistas y la tripulación del Chiquillo), fue fielmente seguido, durante todo el viaje, por un par de embarcaciones repletas de familiares, un bote rápido para rescate de la Secretaría de Marina, dos botes de la Capitanía de Puerto y la embarcación de los reporteros.
Nora presentaba un intenso dolor de cabeza, probablemente provocado por la infección respiratorias, las horas de desvelo, los rayos del sol y la inhóspita travesía. Sin embargo, ella siguió brazada a brazada, el desempeño de sus compañeras, eternamente girando instrucciones, sonrisas y aplausos de ánimo.
Playa Langosta estaba cada vez más cerca, y podíamos observar claramente el asta bandera y el mirador. Aún después de varias horas de estar nadando en el mar, las chicas lo hacían rápidamente, mientras el crepúsculo las encontraba. Para esos últimos instantes, el resto de las nadadoras del cruce, se lanzaron al mar y llegaron junto con sus compañeras hasta la playa, donde el calor de la arena, pero sobretodo de la gente, las esperaba… ¡Misión cumplida!
¡Fue toda una exitosa hazaña!, ya que el equipo obtuvo lo que se propuso: regalarnos a todos una lección de vida. Todos ellos nos mostraron, nuevamente, la forma en que los seres humanos son capaces de superar la adversidad. Este grupo de mujeres quiere mostrar a todas las demás, a las “de a pie”, que no importa si la vida les sonríe o no, que lo verdaderamente importante es, siempre enfrentar la vida con una sonrisa en los labios, a cada paso que den, sin perder el rumbo. Tarde o temprano llegarán. Ellas nos enseñaron nuevamente que, nadie califica nuestro éxito ó nuestro fracaso, la calificación la ponemos nosotros, día con día, en cada actividad que realizamos.
Para realizar este cruce Cozumel-Cancún, cada nadadora requirió incontables días, semanas, meses ó años de trabajo, de constancia, con la mirada claramente posada sobre sus metas. Así se vence a la adversidad, mediante el trabajo cotidiano, teniendo en mente que todos nosotros tenemos un cruce que lograr, el de nuestra propia vida.
En esta historia, las chicas nos recuerdan que, vivir implica estar en riesgo constantemente, y que hay que afrontarlo con valor e inteligencia. También nos enseñan que, no hay que correr riesgos de manera innecesaria, ya que eso mostraría más insensatez que valentía.
Este es un pequeño reconocimiento a los Dones que tiene cada uno de los integrantes de este equipo: el liderazgo de Nelly, la disciplina de Nora, la energía de Mónica, el positivismo de Nanés, la fuerza de Paty Kohlmann, la combatividad de Paty Guerra, la entereza de Paty McKelligan, la buena vibra de Edna, la sabiduría de Roberto, la destreza de Abraham y la amabilidad de Carlos.
Gracias a todo el equipo, por permitirme estar cerca de lo que irradia su esencia interna. He crecido un poco más en mi vida, gracias a su cariño y experiencia. Son ustedes gente ejemplar, ejemplo de vida para todos nosotros.
Esta es mi perspectiva, la de un simple cardiólogo, quién se lleva ya plasmada esta aventura en el ventrículo izquierdo de su corazón.
Afectuosamente, con profunda admiración y respeto.
Hermes Ilarraza Lomelí.